A los 12 años Thiago ya enseñaba música en escuelas del pueblo, compraba instrumentos usados para los alumnos y los preparaba para tocar en eventos. También dio clases en jardines de infantes e instituciones para personas con discapacidad, multiplicando el impacto comunitario de la música.

A los 14 se recibió de peluquero y comenzó a cortar el pelo gratis a sus compañeros y vecinos. Hoy se encuentra realizando las prácticas para convertirse en bombero voluntario.

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Batum Cadúm convoca actualmente a 15 chicos de entre 10 y 15 años. El espacio funciona como un lugar de encuentro, aprendizaje y cuidado emocional, donde muchos jóvenes encuentran motivación, pertenencia y nuevas amistades.

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“Muchos jóvenes cargan con una tristeza que nadie ve y yo sentía que podía ofrecer una solución a través de la murga. Acá los chicos se sienten bien, se sienten ellos mismos y se olvidan por un rato de lo que les duele. La murga se convirtió en su segundo hogar.

Lo importante no es si sale bien o mal, sino cómo se sienten cuando están tocando. Prefiero mil veces que se sientan bien antes que suene todo perfecto.”

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